Ficha Eros y Masacre


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Críticas de Eros y Masacre (1)


Mad Warrior

  • 13 May 2023

8



Reversión o transgresión del tiempo presente en cuanto a cómo sus líneas de realidad se ven afectadas por los abruptos cambios en el pasado. Un pasado de ideales, furia contra tradición, amor contra opresión, luchar contra el Gobierno.
Proyectados en un futuro sin futuro, ideales condenados a morir debido a la peor de las tragedias. ¿Qué salió mal, Sakae?

Yoshishige Yoshida, que ha dedicado toda la década a plasmar su visión única del hombre, la mujer, la sociedad y el Mundo lejos de las imposiciones y ataduras de los grandes estudios, como la gran mayoría de sus coetáneos, la finiquita tras la ambiciosa e internacional ¨Farewell to the Summer Light¨ con otra obra aún más ambiciosa, inspirada en la vida del controvertido Sakae Osugi, importante figura del movimiento anarcosindicalista en el Japón de comienzos de la era Taisho, y varios individuos claves en su vida, en especial la también activista Noe Ito, la más radical de las feministas de cualquier época en el país.
Sin embargo la acción toma lugar en el presente, o un futuro cercano (1.970), asfixiado por el blanco y negro metálico que modela Motokichi Hasegawa. En este presente conocemos a una serie de personajes cuyos propósitos, caracteres e ideas son poco menos que ininteligibles, y que aman liberar su rebeldía a lo largo de un mundo que pareciese enterrado en la más gélida esterilidad; el director los encierra tanto en interiores de penumbra invasiva, mientras en el exterior confunde sus horizontes por culpa de una luz cegadora que nunca nos deja ver con claridad dónde se encuentran. Los ángulos, la puesta en escena y su inventiva, una forma ¨nouvelle¨ con la que rompe la concepción formal como nunca hizo en su cine.

Es una expresión de locura juvenil tal cual plasmó en su debut ¨Good for Nothing¨, pero siguiendo unas coordenadas de juego aún más intransferibles. Aquí se revuelven y rebelan los estudiantes Eiko y Wada, ella acusada de prostitución, él un nihilista amante de la causa suicida. Al comienzo prevalece un afán de investigación y el pasado directamente relacionado con Noe Ito; allí nos lanza Yoshida, a unos cincuenta años en el pasado, a un Japón de disturbios y tensión, donde las condiciones de vida de los obreros son lamentables, los sindicatos demasiado débiles y la Revolución Rusa se convierte en un buen ejemplo a seguir por los oprimidos.
En este pasado el ritmo y la musicalidad de los diálogos obedece las maneras del kabuki. El director araña con total libertad las ideas políticas de estos personajes, pero sobre todo desea acercarse a sus vidas privadas en una recreación fatalista como ha estado haciendo en sus ¨antimelodramas¨ previos. Y todo se contradice rabiosamente; el deseo de libertad individual en desafío de las presiones del capitalismo, el matrimonio y la burocracia se da de bruces en un pentágono amoroso devorado por los celos, la posesión, el engaño, el cinismo, la perversión, la venganza y las bajas pasiones.

Todo circula alrededor de esa fuerza de la naturaleza que es Sakai (bien encarnado por Toshiyuki Hosokawa), su irresponsable ¨affair¨ que involucró a su esposa Yasuko y sus amantes Itsuko (la periodista radical Ichiko Kamichika) y Noe, tres mujeres figurando tres conceptos diferentes del amor (el amor falso y resignado por el título matrimonial, el amor celoso, posesivo y trágico, y, al menos en su ideal, el amor libre y hedonista). El quinto pilar en discordia es el marido de Noe, el poeta y dramaturgo Jun Tsuji, quien ya no soportará más el comportamiento de su esposa e intentará encontrar el amor en la infidelidad.
Las ideas de libertad traicionadas por los deseos e impulsos, tan egoístas y humanos. Todos incapaces de rechazar su posesión, física o metafísica. Esta linealidad argumental, donde tan de cerca se examinan dichos conflictos amorosos, es quebrada de cuando en cuando por viajes de retorno donde se nos fuerza a seguir al lado de los estudiantes, cuyas historias son evidentemente menos interesantes que las sucedidas en el pasado. Y es a partir de sus teorías fracasadas, revoluciones oprimidas y sentimientos venenosos que podemos entender ahora los códigos del presente.

¿Qué presente han heredado las nuevas generaciones? Un presente de paranoia, de perversión y desconfianza, un presente de caótico hermetismo cuyos exteriores son vacíos y eternos; aún más importante, un presente donde los individuos confunden sus identidades y, ante la ausencia de futuro, juegan con sus roles o los inventan sobre la marcha (de ahí que, desde el principio, Eiko ve cuestionada su verdadera identidad).
Sobre la estructura pesa una complejidad que a menudo se vuelve impenetrable, pero Yoshida la divide ingeniosamente en tres fases.

Cuando pareciera que ambas realidades seguirían una narrativa cronológica, se produce una escisión. El policía que acosa a Eiko y sus teorías acerca del poder de la imaginación de los pobres (la clase obrera) funciona de catalizador para que pasado y presente se fusionen en un mismo escenario, así la nueva generación puede aprender directamente de la vieja, así la vieja generación puede observar las consecuencias de sus actos, cuando aún se luchaba por ideales y movimientos sociales, sin saber que todo sería en vano. Los personajes que antes habitaban la era Taisho deambulan como espectros melancólicos en el Japón de finales de los 60.
La facilidad con que el director rompe las barreras del espacio-tiempo en pantalla lleva a instantes de puro vanguardismo y una potencia visual fascinante, destacando la entrevista que Eiko (Toshiko Ii, tan hipnótica como a menudo insoportable) hace a Noe en el centro de la Tokyo moderna; es el cada vez mayor deseo de la primera de escudriñar en el pasado la causa de que éste vaya tomando importancia en detrimento del presente, y así los jóvenes son relegados a investigadores de las vidas de otros, perdiendo el protagonismo. A partir de ahora cualquier cosa es posible en este universo múltiple que se pliega y repliega siguiendo sus propias reglas.

Un libro autobiográfico desvela la auténtica conexión entre Sakae y Noe, Eiko y Wada, y su curiosidad nos abre las puertas al descubrimiento. A este punto, preparada la trama para entrar en su tercera fase, el tiempo pretérito se ha dejado de mostrar cronológicamente y los saltos adelante y atrás son más habituales, hasta colisionar en un instante decisivo en las vidas de la pareja protagonista, que lleva a recrear el famoso Incidente de la Casa Hikage Chaya ocurrido en Septiembre de 1.916; si bien Mariko Okada ha sido la bendecida con mayor atención por parte de la cámara de su esposo, Yuko Kusunoki entra como un torrente de emociones y le arrebata dicho honor.
Allí, en habitaciones muy cerradas, Yoshida demuestra la misma habilidad que en sus dramas previos (en especial se recuerdan ¨The Affair¨ y ¨Affair in the Snow¨) para acrecentar la tensión en una atmósfera de odio y celos reprimidos, donde la proximidad humana los libera dolorosamente, gracias a su cámara escrutadora, tan cercana a la piel de los seres, y a esa inventiva formal y estética que le caracteriza. Tanto más sorprendente resulta este último tramo, exclusivamente centrado durante su hora y cuarto en el interior del motel-casa de té, cuanto que no se trata de una recreación literal de los hechos...

Pues, en su gusto por seguir desfigurando la realidad, el nipón nos propone el incidente, donde los celos de Itsuko (la ¨masacre¨ o ¨psique¨ griega) se transforman en un afilado cuchillo en la garganta de Sakae (el ¨eros¨), desde la interpretación personal de Eiko y Wada, de tal manera que nunca se tratará el crimen auténtico (al contrario, es presentado cual función teatral, con los implicados fundidos en un precioso ballet físico propio del noh).
Es un claro ejemplo de cómo Yoshida sólo se sirve de los turbios eventos reales para urdir tragedias metafóricas donde la debilidad y la pasión humanas desvelan su lado más melodramático y fatal.

Su mensaje al principio de la película es una firme declaración de intenciones. Este es un diálogo entre él y el espectador acerca de unos sucesos cuya repercusión a todos nos atañe, son sus elucubraciones y sentimientos intentando llegar a nuestro inconsciente y engendrar opiniones e ideas, la última fase de la revolución de su cine y el compendio del mismo, con sus aciertos y errores.
En un momento catártico, pasado y presente terminan entremezclándose gracias al poder de la tecnología del cine, que lo capta nítidamente, sin discernir las líneas entre uno y otro, sin hacer juicios unidireccionales. Tras un larguísimo trayecto que nos ha desconcertado y extenuado, se traspasa la Historia con las formas modernas ¨avant-garde¨, y el efecto es vibrante, conmovedor. Lo que fuimos es lo que somos y viceversa; y nada cambiará eso, ni el amor ni las revoluciones...



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